Mensajero real

Matar al mensajero

por Eugenio Sánchez Arrate

No solo en terapia, también en la vida, las personas nos encontramos con éste curioso fenómeno que consiste en enfadarse con el portador de malas noticias, con aquel que nos devuelve la visión de una amarga realidad en la que vivimos instalados, puede que desde hace mucho tiempo.

Cuando le decimos a alguien algo que no desea escuchar, cuando pecamos de exceso de sinceridad, cuando damos nuestra opinión sobre algo doloroso de la otra persona, probablemente encontraremos una resistencia importante en aquel que escucha.

Es habitual no querer escuchar, estar cerrado a la verdad, porque la verdad muchas veces duele. Todos cometemos errores y tenemos puntos ciegos, cosas que no vemos en nuestra vida, mentiras que nos contamos para sobrevivir.

Las personas, además, tenemos cierta tendencia a estar instaladas en la Zona de Confort, (a veces infelizmente instaladas), una relación de pareja insatisfactoria, un trabajo alienante, una vida triste y vacía… y cualquier mensaje que tienda a abrirnos los ojos de una vez, a enfrentarnos con la realidad, genera en nosotros una subida de las defensas, cuando no, directamente un cabreo mayúsculo y un enfado que se termina pagando con aquel que nos ha dicho aquello que no deseábamos oír.

decir la verdad

dar malas noticias

Por ejemplo, son frecuentes los casos de mujeres y hombres que dejan de hablar al amigo o amiga que les informa de que su pareja o cónyuge les está engañando con otra persona.

A veces es más fácil dejar de hablar a un amigo sincero que comprobar si eso que nos ha dicho es la verdad, la dolorosa verdad de nuestra vida en pareja.

¿Qué hacer en terapia con la amarga realidad?

Con los clientes/pacientes en terapia sucede lo mismo. El terapeuta debe tener mucho cuidado con las devoluciones que hace en consulta, pues a menudo quien las recibe no está preparado para procesarlas y actuar en consecuencia desde una posición de adulto.

Revelar hechos dolorosos sobre los padres del paciente, su vida, su familia cercana, puede generar tal resistencia que la persona abandona su proceso de terapia, coaching, counseling o acompañamiento..

Este dolor es más profundo y genera más tristeza, enfado y resistencia conforme la herida que tocamos es mayor.

Cuando, por ejemplo, la revelación hace que el paciente, cliente o persona a la que se acompaña o asesora, descubre que se ha equivocado completamente en la vida, cuanto más grande ha sido el autoengaño, más dolor provocaremos en el individuo y más esfuerzo tendrá que hacer éste para encajarlo todo.

Aquí debemos jugar con el tacto, la diplomacia y permitir que sea la propia persona la que se de cuenta de en qué se ha equivocado y donde está instalada.

ser compasivo

compasión

No forzar las cosas, dejar que el otro haga su propio aprendizaje.

Y sin embargo, yo soy partidario de no mentir nunca, de no ocultar información a la persona que tenemos delante.

Si ves que se equivoca, que se autoengaña, debes decírselo con cuidado, pero decírselo al fin y al cabo. Esa es tu misión. Te pagan para ser auténtico, no para poner paños calientes y apoyar la locura, la neurosis o las mentiras en las que vive encajado el que ha venido pedirte ayuda.

Con tacto y diplomacia, las cosas funcionan mejor. Pero que eso nunca te haga obviar, omitir o faltar a la verdad.

Una buena dosis de mundo real no le hace mal a nadie.

Quizá el paciente, o el amigo se lo tome a mal, quizá abandone la terapia, pero el mensaje ya ha sido entregado y ahora es el individuo quien debe procesarlo y asumir la dura realidad de su vida.

Con el tiempo, puede que incluso agradezca la crudeza con que fuiste honesto con ella o con él. Yo no me caracterizo precisamente por mentir a los amigos, los cuido, los trato lo mejor que se y los aprecio… y precisamente porque los aprecio soy sincero con ellos.

Eso si, con tacto, con diplomacia. Mientras que un paciente te paga para que seas sincero, un amigo te tiene que dar primero su permiso para que le des tu opinión.

No es conveniente decirle a nadie opiniones o dar consejos sobre temas que no te ha pedido con antelación.

Y si, finalmente, ese amigo, el paciente, el cliente o el asesorado decide matar al mensajero porque lo que le has dicho no le ha gustado, si la toma contigo, no se lo tomes muy en consideración.

Quitarte a ti de en medio es su estrategia. Justificarse, seguirse contando la película de que está haciendo las cosas bien… esa es su forma de defenderse del dolor.

No le funcionará mucho tiempo ahora que ya sabe la verdad. Eso debes tenerlo en cuenta.

Y, quién sabe, quizá eso que le dijiste un día le ayude a afrontar su vida dentro de un tiempo.

Mi experiencia es que suele ser así.

Ser sincero no hace mal a nadie. Pero sincero con precauciones, con respeto por la otra persona, con empatía y afecto por su dolor, con un cuidado extremo.

Pese a todo, debes estás preparado, tanto si eres paciente como terapeuta.

Los seres humanos solemos matar al mensajero cuando nos trae malas noticias.