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La famosa mirada amable del escritor Mario Benedetti

 

un artículo de Eugenio Sánchez Arrate

Todo es mirada, formas de ver la vida y el mundo. Todo son sistemas de creencias. Maneras de observar y de juzgar.

Y se que esto que voy a deciros, a veces cuesta.

Cuando nuestros padres y seres queridos no nos han mirado con ternura o cariño, cuando han estado llenos de juicios y prejuicios hacia nosotros, hacia la gente, hacia si mismos y el mundo, cuando incluso profesores, antiguas parejas, amigos y conocidos han estado también llenos de crítica y comentarios descalificadores o incapacitantes, interiorizamos una mirada injusta hacia nosotros mismos llena de críticas y exigencia.

El resultado es que nos miramos mal, nos vemos insuficientes, nos sentimos inválidos, inútiles, poco agraciados, no lo bastante listos o no lo bastante valiosos.

Se bien de lo que estoy hablando.

Por eso te pido que hoy, lo olvides todo y practiques la Mirada Amable.

Solo por hoy, suspende el juicio y la crítica, se amable contigo mismo y mírate mejor de lo que te miras.

Si al observarte en el espejo no eres capaz de decirte algo bonito, mejor no te observes.

Si al mirar tu vida no eres capaz de ver algo bello, mejor no digas nada y aparta la vista hasta que seas capaz de hacerlo.

Si no puedes decir algo bueno de ti, mejor no digas nada.

Practicar la Mirada Amable es el trabajo de toda una vida.

Yo se bien lo que es juzgarse, maltratarse, mirarse y verse mal en el espejo. Machacarse porque uno  cree que nunca hace las cosas suficientemente bien. Lo se. Lo hice durante mucho tiempo.

Decirse vaya cara que tienes hoy, tío, qué mal has hecho esto, que desastre eres haciendo esto otro, que pena de vida llevas… Eran parte de mi discurso.

La insatisfacción llegó a tal extremo en mi vida que tuve que aprender el secreto de la Mirada Amable.

Si al mirarte, al autobservarte, solo ves defectos, solo ves carencias y problemas, no estás practicando la Mirada Amable y deberías intentar hacerlo.

Porque, ten en cuenta una cosa: si tu no te miras bien a ti mismo, probablemente tampoco serás capaz de hacerlo a los demás.

Solo por hoy, entonces practica la Mirada Amable.

Solo por hoy intenta quererte un poco, mimarte un poco, tratarte mejor.

Solo por hoy, date el amor que te mereces y encuentra algo bueno en ti, en tu entorno, en tu vida. A poco que te esfuerces, encontrarás algo bueno de ti, algo bueno de lo que sentirte satisfech@ u orgullos@.

Si lo intentas, lo acabarás consiguiendo.

Y mañana, vuelve a leer éste texto y escucha su mensaje de nuevo.

No tienes que plantearte un reto de semanas o meses, solo te pido que lo hagas hoy. Que solo por hoy, practiques esa mirada compasiva y llena de ternura y amor por ti, por lo que eres y lo que haces.

Si no lo consigues a la primera, no desesperes. Tu inténtalo.

Hazlo un solo día.

Y mañana al levantarte, hazlo de nuevo.

Y si un día no lo logras del todo, o se te olvida, o lo consigues a medias, no importa. Perdonarse los errores es una forma de ser amable con uno mismo.

Y quizá, con el paso de los días, hayas conseguido entrenar esa mirada, esa forma de verte y verlo todo con cierta frecuencia…

Y entonces, justo entonces, descubrirás que tu vida ha mejorado de un modo mágico.

Venga, prueba.

Juzgar

Un artículo de Eugenio Sánchez Arrate.

Es una de las grandes frases de la Espiritualidad con la que maestros, terapeutas y practicantes se regodean en un intento de conectarse con el Amor Universal, la Compasión y el Todos Somos Uno.

A menudo repiten no juzgues (lo cual, ya es en sí mismo un juicio, un debería).

La frase: No juzgues a nadie solo porque peca de forma diferente que tu...  es otro juicio porque da por sentado que tu pecas de alguna manera y por defecto, sin saber muy bien cual, pero que protege (o eso cree ella/él, de ser juzgado).

Vamos, que es como esparcir el ventilador y dejar que la porquería salpique por todas partes y a todo el mundo sin demasiado criterio, a ver si cuela. No juzgues porque tu también pecas, es asumir o dar por sentado que todos estamos cubiertos de la misma porquería. Algo que no es cierto y que se cae por su propio peso. Todo el mundo se equivoca y comete errores, todo el mundo acumula dentro de sí un cierto grado de mezquindad… pero en ésto, como en todo, hay grados.

El caso es que el ser humano no puede estar mucho tiempo sin juzgar, porque el juicio es la capacidad de discriminación de la persona ante el universo que le rodea y se dispara de forma automática cada vez que hacemos una elección en nuestra vida.

¿Me muevo o me quedo quieto? Mi mente juzga la mejor opción para mi en cada momento, discrimina y elige.

Juzgar es elegir… es discriminar, esto me gusta, ésto no me gusta, ésto lo quiero, ésto no lo quiero.

Juzgo conveniente comerme éste plato de comida y no éste otro. Juzgo conveniente ponerme éstos pantalones y no ponerme éstos otros que me sientan peor.

Si no juzgáramos, todo nos agradaría, todo nos parecería bien. Comer veneno, atravesarnos el pecho con un cuchillo, sacar un ojo a nuestro mejor amigo. Todo vale, todo está bien. Hemos suprimido el juicio y sin juicio… matar a tu mujer es perfectamente factible, abandonar a alguien que sufre, mirar hacia otro lado ante una crueldad o un acto deplorable que sucede frente a nuestros ojos…

En altos grados de espiritualidad, muy conectados con la No Dualidad, el Advaita y similares, ésto es un concepto poderoso… pero también peligroso. ¿Nos quedaremos cruzados de brazos sin hacer nada por intervenir ante una injusticia?

¿Os dáis cuenta del horror de ésta postura? Buscamos trascender la Dualidad negándola… no aceptándola ni asumiéndola como una parte constitutiva del mundo en que vivimos.

El juicio tiene una función reguladora muy saludable… y a menudo lo olvidamos.

Juzgar es tener opinión acerca de las cosas y de la gente. Juzgar es a veces también expresar esa opinión con libertad, sin miedo a lo que opinen los otros.  Juzgar es saber decir no, es poner límites ante personas y situaciones poco saludables.

En el entorno espiritual y terapeútico no juzguéis es una de las coletillas más recurrentes que se esgrimen para defender ciertas posiciones de laissez-faire y de no mojarse, de no dar la cara, no implicarse y no poner límites a nada ni nadie.

Con el no juzguéis o no me juzguéis a veces suelo estar encubriendo que todo lo feo o desagradable que hay en mi no me gusta que me lo enseñen y no lo quiero aceptar.

Que no acepto los límites y que no quiero que nadie me devuelva nada feo de mi comportamiento o actitud.

Una postura cobarde e infantil bastante extendida en entornos de crecimiento personal.

No me juzgues… suele encubrir también el miedo a ser evaluado y a que de esa evaluación no vamos a salir demasiado bien parados.

Cuando tenemos temas feos personales que esconder, es evidente que no nos gusta que nos juzguen. Cuando tememos el rechazo de los otros, tampoco nos gusta ser evaluados.

Y cuando nuestro sistema de valores y ética es deficiente o tiene severas fallas (relacionadas con la falta de límites, de respeto a los otros y de integridad personal) , el que no me juzguen puede convertirse en una pura cuestión de supervivencia y protección, pues yo no sabría donde meterme si me mostraran la realidad del ser de escasos valores que soy, la persona en que, por el camino de todo vale, me he convertido.

Y por desgracia, vivimos en una sociedad en la que la ética y los valores necesitan ser recuperados en todos los ámbitos de la sociedad y dentro de muchas personas. Sin confundir valores con ese moralismo religioso que tan a menudo se esgrime desde ciertas posiciones de espiritualidad oficilista en las diversas iglesias constituidas.

Pero lo cierto, también, es que si aprendiéramos a relativizar las cosas, la opinión de los demás, sus juicios (que pueden ser errados), dejarían de importarnos. De éste modo, que nos juzgaran o juzgaran a otros nos importaría también un rábano.

Porque, por el camino de no juzgar, de ser budas encarnados y de querer ser tan buenos que hasta el pis nos huela a flores… al final nos castramos, y reprimimos el derecho a tener una opinión sobre las cosas que no nos gustan, nos ponen tristes, nos enfadan o indignan. Por el camino de no juzgar, nos las cuelan dobladas, como decía mi abuela y no nos concedemos el derecho a enfadarnos y a responder a un abuso o agresión.

El derecho a discriminar, a poner límites, a decir que no cuando nos hacen daño, a defenderse cuando nos agreden o cuando algo que los demás están haciendo nos molesta mucho, es inalienable al ser humano y debería ser ejercido con más frecuencia.

Por el camino de no juzgar también nos autolimitamos, cortamos de raíz el derecho a decir la verdad que llevamos dentro, sobre todo cuando implica decir lo que opinamos de otras personas.

Por el camino de no juzgar reprimimos el derecho a pararle los pies a alguien que abusa, a frenar a los que se extralimitan, a impedir que nos hagan daño o que hagan daño a otros cuando una acción defensiva debe ser tomada.

En terapia, no juzgar

Un terapeuta, dentro del entorno terapeútico no debe juzgar a su paciente, de hecho, una de las claves de éxito en la terapia es el aprecio incondicional a la persona que el terapeuta tiene delante, con independencia de sus problemas, traumas y naturaleza como individuo.

Pero fuera del contexto de la sesión, es inevitable que, como ser humano que es, el terapeuta juzgue el mundo que ve, e incluso es saludable que lo haga… porque si no su vida se convertiría en un triste coladero en el que todo vale y no se tiene opinión acerca de nada. Todo está bien.

Me meo en los pantalones, y está bien. Mi hijo enferma de una dolencia grave, no juzgo y todo está bien. Me despiden del trabajo y no tenemos dinero para comer y todo está bien. Un hombre intenta hacer daño a mi padre mientras caminamos por la calle y todo está bien…

De hecho, por no juzgar, por no hacer nada, por no opinar, por no implicarnos, no tomar acciones y decisiones directas que implican un juicio, una evaluación de la situación y una postura firme, estamos permitiendo que muera de hambre cerca de un tercio de la población mundial en los países menos favorecidos.

Un antiguo maestro de meditación me dijo una vez: No te angusties, Eugenio, hay mucha confusión en la gente con éste concepto del Juicio… la gente que no juzga, en realidad no se implica en la existencia, no se moja, no interviene en la vida, y en el fondo no vive, está escapando del mundo que está a su alrededor. El secreto es juzgar pero no dejar que los juicios empañen una visión amorosa del Todo. Que tus opiniones no sean extremas, pero que siempre te permitan apartarte de las situaciones y la gente que te dañan. Que te permitan frenar las agresiones, decir la verdad, expresar tus opiniones y defender aquello que crees bueno y eterno.

Después de interiorizar ésta frase durante tiempo, uno puede deducir que no es tan preocupante juzgar, siempre que te des cuenta de para qué lo estás haciendo y siempre que sepas el tipo de juicio que realizas y las consecuencias que eso está teniendo en tu vida.

Si siempre opinas mal del entorno, eso no es bueno para ti, ni para tu entorno. Si siempre opinas bien de tu entorno, probablemente te estás autoengañando y eso tampoco es bueno para ti y para tu entorno.

Por ejemplo, si juzgas para protegerte y proteger a otros, ese juicio puede estar proporcionándote mucho bienestar, pues te evita conflictos y situaciones desagradables con otras personas.

Si tu juicio (tu buen juicio) te aleja de personas tóxicas o dañinas, bienvenido sea siempre.

Juzgar no siempre es reprobable, a veces te salva la vida.

La Falsa Ausencia de Juicio en las personas.

Amor Universal, Todo es Luz, Todo el mundo es Bueno, la vida es maravillosa, el mal no existe…. son también juicios poderosos. A menudo los escucho en la gente y me preocupo.

Juicios power-flower y positivos muy de moda en la mentalidad Nueva Era, en la que no todo es tan saludable como nos quieren vender.

hippie

La mentalidad hippie de que todo es maravilloso, pues, lo siento, pero también es un juicio. Un juicio optimístico e idealizado de las cosas.

Pensar que todo es de color rosa, amoroso y apacible, que toda la gente es buena, que la vida es luminosa y que todo está bien, es juzgar, es tener una opinión sesgada de la realidad tan extrema y polarizada como creer que todo es malo y reprobable y que el mundo es un asco.

Los juicios no son únicamente los negativos y desagradables acerca de las cosas, no son únicamente las críticas ácidas hacia el otro o las circunstancias, también son juicios -y muy extremos- los comentarios positivos (y posiblemente también errados) acerca de las personas, las situaciones y la gente.

De hecho, es curioso, pero solo decimos cuidado, estás juzgando cuando los comentarios acerca de algo o alguien son negativos. Pero no nos damos cuenta de que cuando esos comentarios son positivos, también estamos juzgando… y puede que con la misma falta de objetividad que cuando lo hacemos de manera negativa.

Juzgar es vivir en la polaridad, aceptar el mundo de luces y sombras en el que estamos. Juzgar es a veces acertar y a veces equivocarse… y aceptarlo.

Juzgar que todo está mal, es un error de percepción.

Juzgar que todo está bien, es otro error de percepción.

Suprimir toda opinión acerca del mundo y de la gente es otro error de percepción.

Polarizarse y estar siempre en el juicio negativo no es conveniente.

Polarizarse y estar justo en todo lo contrario, tampoco es demasiado bueno.

Para abandonar la sombra, hay que ir hacia la luz. Para encontrar la luz es bueno explorar la sombra, nuestra sombra.

Y juzgar, me temo que es inevitable para todos los seres humanos, aunque una visión positiva y amorosa de la realidad siempre es saludable y nos ayuda.

Ver la vida y el mundo como un escenario amoroso está bien siempre y cuando no nos estemos autoengañando, algo que suele ser bastante frecuente en los entornos de crecimiento personal y espiritual.

En vez de NO Juzgar, que es un mandato, un debería y una exigencia… , yo prefiero decir, Que tu juicio -que es intrínsecamente inevitable- intente ser lo más saludable posible para todos.

El reto está en conseguirlo.